Historia #5. EL HOMBRE QUE HIZO
LO QUE QUISO
Adaptación de la revista “Vida Extrema”
La mayoría de los muchachos sueñan con el día en que
serán lo suficientemente grandes como para tomar sus propias decisiones sin
tener que escuchar a sus padres. Jesús, el Hijo de Dios, contó una historia
sobre un muchacho que deseaba lo mismo. Quería libertad, no quería escuchar a
su padre nunca más. Lo convenció para que le diera su dinero, y se fue de la
casa. Lo raro es que su padre se lo permitió. ¿Qué más podría pedir este muchacho? Tenía dinero
y libertad, todo al mismo tiempo. ¿Suena demasiado bueno para ser verdad? O quizás,
era demasiado pronto para ser bueno.
Al fin se puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
»Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.” Pero el padre ordenó a sus criados: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.” Comenzaron la fiesta.
»Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: “Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo.” Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo.”
»El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.”» (Lucas 15:11-32)
»El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.”» (Lucas 15:11-32)
Este muchacho
aprendió que él no tenía todas las respuestas y que necesitaba escuchar a su
padre. Él no estaba listo para toda esa libertad. Podemos creer que manejaremos
todo solos sin necesidad de fastidiosas reglas o normas, pero los resultados
terminan siendo los que te enseñen las consecuencias de la desobediencia.
Independientemente la edad que tengamos siempre Dios nuestro padre estará
observando nuestro comportamiento, Él nos ha dado reglas, ejemplos de vida,
enseñanzas y envió a Jesucristo para el perdón de nuestros pecados, y aun así
creemos que podemos vivir una vida sin Él ¿?
Piensalo!
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